9/9/07

TROMPO MAJESTOSO

Detrás de la celebérrima máxima: “el arte ha muerto” no hay más que una pirueta magnífica. Un atractivo movimiento de danza en el que en una vertical los ejecutantes dan vueltas para terminar en la postura inicial. Algo tan espectacular como inútil.

Un giro copernicano tiene que recorrer los 360º ya que debe seguir situándonos en la misma voluntad que lo suscita, pero al mismo tiempo tiene que añadir un desplazamiento sobre la vertical para que una vez concluida la cabriola nos encontremos en un nuevo plano de posibilidades.

La idea de que “el arte ha muerto” es la forma de salvar una crisis en la constante recreación del mundo desde la premisa de que esta debe mantenerse en un proceso de superación indefinido, aunque esto lleve a una cronificación mórbida de dicho conflicto. De ahí se desprenden las dos formas en que el arte es hoy cosa de nuestro tiempo: En primer lugar como una crítica despiadada incapaz de ofrecer alternativas, es decir, como el diagnóstico de una tumoración creciente que sólo nos queda ver avanzar hasta destruirnos mientras tratamos de paliar nuestro dolor; y en segundo lugar y sentido contrario, como ornamento, porque ya que no hay solución siempre cabe recrearse en lo bello que es estar vivo.

Simón Valyermo

 

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